La transformación digital supone el principal reto que tienen que afrontar las compañías de todo tipo. Esta transformación permite alcanzar enormes ventajas competitivas pero, por otro lado, plantea importantes desafíos en todas las áreas de negocio de las empresas.
Estamos acostumbrados a asociar la evolución tecnológica de una organización a su departamento de IT, pero en el caso de la transformación digital, esta evolución o adaptación debe tener un carácter mucho más profundo y transversal. Los procesos internos de las compañías, así como los recursos o incluso la estrategia, deben ser revisados y adaptados a esta nueva transformación.
Uno de los nexos de unión más inquebrantables que existe entre las diferentes áreas de una organización son precisamente las personas que las componen. De esta forma, el éxito de la transformación digital pasa por promover nuevos hábitos y competencias digitales y acompañar a las personas para superar la resistencia natural al cambio.
Las tecnologías que habilitan este proceso de transformación digital evolucionan exponencialmente, mientras que las empresas y las personas que las componemos, tendemos a tener una adaptación al cambio mucho más lineal. De esta forma, se hace imprescindible adecuar la velocidad del proceso para que sea lo más cercana a lo exponencial, y es ahí donde cobra vital importancia la gestión del cambio.
Gestión del cambio
Una metodología adecuada de gestión del cambio debe definir una estrategia clara para la transformación digital, que esté alineada con los objetivos estratégicos de la compañía y que sirva de guía especialmente en los siguientes puntos:
- Comunicación interna. Es especialmente importante que las personas involucradas en el proceso (todas) estén debidamente informadas sobre los cambios, de la forma más transparente posible. Involucrar a las personas suele ser más fácil cuando se les comunica el motivo de dichos cambios.
- Engagement. Los momentos de incertidumbre que se plantean ante cualquier cambio importante son buenas oportunidades para mostrar el apoyo a los equipos de trabajo, valorando su involucración en el proceso y afianzando así la implicación de las personas que hacen posible el cambio.
- Liderazgo en el cambio. Identificar con claridad los roles y responsabilidades de cada “pieza del puzzle” permite definir una imagen sin brechas y una línea clara a seguir por parte de todas las personas involucradas en la transformación digital, especialmente en la adecuación a los nuevos hábitos digitales.
Las personas, en el centro
En definitiva, la transformación digital supone la adaptación transversal de todas las áreas dentro de una compañía, que deben estar alineadas conforme a las siguientes directrices:
- Experiencia de cliente. El cliente pasa a ser el centro de todo y todos los procesos deben girar a su alrededor. El conocimiento profundo del cliente es básico para poder realizar una segmentación basada en el análisis de los datos de los clientes. De igual forma, hay que proveer al cliente de una experiencia digital a nivel de servicios, incluso llegando al self-service para intentar conseguir la inmediatez en la relación con el cliente.
- Procesos operacionales. Obviamente, los procesos internos de las compañías deben revisarse para proporcionar la experiencia de cliente necesaria, mejorando de esta forma los rendimientos actuales. Igualmente, los propios trabajadores deben disponer de un entorno de trabajo digital, que permitirá acortar los tiempos de respuesta y la colaboración de cara a la toma ágil de decisiones.
Esta transformación implica, pues, múltiples cambios a todos los niveles, cuya fuerza reside en la adaptación de cada uno de nosotros a los nuevos hábitos de trabajo. Las personas, como parte fundamental de los engranajes de las compañías, tenemos el poder del cambio en nuestras manos.
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